Llevo años escribiendo en diarios cada día;
escribiendo para Instagram, blogs, mi primer libro, toda clase de ensayos de psicología holística, y antes de que exista Substack también usaba mis notas del celular, para escritura automática.
Y nunca, pero nunca, me he quedado sin qué escribir.
A veces pienso, cómo es posible que puedan salir tantas palabras de una sola persona.
De hecho, son muchas las veces que siento que quisiera tener todo el tiempo del mundo para escribir, y me quejo un poco al mismo tiempo que me levanto de la silla medio frustrada porque es hora ocuparse de cosas terrenales.
Mas este ensayo, es justamente para traerte un poco de luz, si a veces sentís que tu escritura no fluye, se estanca, o suena vacía (seguramente eso no es del todo verdad, pero lo que sí es verdad es que cuando algo sale de tu mente y no de tu corazón, vos lo sabés bien)
En todo este camino de vínculo con la escritura, hay cosas que aprendí y quiero compartirte:
Por empezar, como acabo de spoilear, lo que tenemos con la escritura es un vínculo: como tal, necesita de nutrición, de energía, de tiempo, de cuidado, de espacio y de práctica.
Es una pregunta, que tenemos que hacernos, como con todas las posibilidades de actividades, hobbies, vínculos y prácticas que existen:
¿qué lugar quiero darle a la escritura en mi vida?
Por ejemplo, en mi caso, este vinculo empezó a mis 10 años cuando me compraron mi primer agenda Pascualina para navidad.
Me acuerdo, que cuando vi que en cada día tenia un espacio bastante grande, lo sentí como un llamado visceral “éste va a ser mi diario”
No podía esperar a que empiece el año para empezar a escribir, y así me paso lo mismo durante los siguientes 3 o 4 años.
En ese momento, no existía la pregunta claramente, pero hoy mirando hacia atrás puedo entender que la escritura tenía un espacio de confidente.
Era como si pudiese contarle mis secretos, y sentir que de alguna manera, estaba acompañada en el mundo. Y dado que fueron años difíciles, ya en ese momento, sin mente ni pregunta, la escritura me dió la mano.
Cuando empezó mi adolescencia y mis primeros veintis, me alejé por completo de ella.
Dejé de escribir en mis diarios, porque creí que eso era algo que hacia de niña, y que ahora había cosas “más importantes que hacer”
Me alejé de la escritura. Me alejé de mi.
Pero esta no es una parte triste de la historia, porque esa distancia aterradora me hizo buscar desesperadamente el camino de regreso a casa. Y lo encontré.
Cuando volví a escribir, estaba a punto de recibirme de psicóloga. Mientras hacia mi tesis que titulé “El papel fundamental de la fantasía en la neurosis” recordé, como una brisa de mañana de otoño, que la escritura existía.
Y que ella y yo, nos conocíamos bien.
En ese momento, nada quería saber yo de ser escritora, simplemente, volví a una vieja amiga con la cabeza un poco baja, como pidiendo perdón por haberme ausentado así.
Me perdonó. Me perdonó y me abrazó.
Quizás, tuvo piedad porque notó que estaba absolutamente rendida,
(después de mi reciente separación de mi relación más larga, de haber vuelto a vivir con mi madre, y de sentir que tenía que juntar los pedazos rotos de mi interior absolutamente sola)
En ese momento, no existía la pregunta claramente, pero hoy mirando hacia atrás puedo entender que la escritura tenía un espacio de salvavidas.
Literalmente, me devolvió la vida, la voz, la identidad, el disfrute, el propósito, la inspiración.
Desde ese momento, no paré de escribir.
Y, volviendo a lo que me trajo a este ensayo,
Recién pasados algunos años de la escritura como salvavidas (entonces, sólo compartir fragmentos de lo que podía inspirar) me hice la bendita pregunta.
¿qué lugar quiero darle a la escritura en mi vida?
El de espacio sagrado, el de puente hacia mi espíritu;
contestó una voz que pareció salida directamente de mi más recóndita profundidad.
Ahora si, con la pregunta hecha y con su flamante respuesta,
abracé esta idea con la práctica.
Como espacio sagrado, y puente hacia mi espíritu,
la trato con cuidado y con devoción: me cuido de no exigirle, ni pedirle cosas extravagantes, ni mucho menos “ser viral”
la dejo ser lo que es: ¿por qué insolente motivo yo le pediría aún más?
le hago espacio en mi vida: sé que si no le busco su lugar, (así como se lo busco al ejercicio, o a la meditación) no voy a cultivar mi vinculo con ella.
En este punto,
me encuentro un sábado por la mañana, en el que me desperté temprano,
sólo para escribir.
No para ser exitosa con este escrito, simplemente para escribir.
No para trabajar, simplemente para escribir.
No porque necesito hacerlo, es porque quiero hacerlo.
Tal como propone Natalie Goldberg, la escritura es una forma de práctica espiritual, una manera de estar presente y de descubrir la propia voz interior. El título de su libro, "Writing Down the Bones" (que podría traducirse como "Escribir hasta los huesos"), simboliza su enfoque: llegar hasta lo más profundo, hasta la esencia de uno mismo, a través de la escritura.
Mi frase favorita de ese libro es “No seas exigente con tu escritura; déjala respirar”.
Con eso me retiro por hoy,
te propongo que te hagas la pregunta, y si querés podés contarme en comentarios cuál es la respuesta que sale hoy.
Espero que algo de estas palabras te sirvan como puente, para darle a tu escritura el lugar que se merece.
Con mucho amor,
Flor.
Bibliografía: Writting Down The Bones, Natalie Goldberg (1948, Estados Unidos)
Me encantó flor! Me llegó en el momento justo. Escribo desde chiquita, tenía muchos diarios donde iba relatando mi vida. Luego por unos años dejé. La escritura volvió a mi luego de mucha terapia y regulación de mi SN y me encanta. Me enciende. Es como si mi alma se regocija cada vez que escribo. Me salió el deseo de escribir y vivir de esto. Desde ahí, distingo las veces que estoy inspirada de las que simplemente quiero escribir algo. Gracias!
Leo atentamente tu publicación y me gusta. En algo me siento muy identificado con vos: el haber escrito desde chico, por puro placer, naturalmente, casi como respirar. Siempre me resultó fácil expresarme por escrito. Cada vez que la maestra o, más adelante, la profe de Lengua pedía como tarea que escribiéramos algo, yo disfrutaba haciéndolo. Y me salía bien, siempre tuve buenas notas. En mi adolescencia mantuve nutrida correspondencia con otros chicos y chicas, a través de las revistas "para jóvenes" con su sección de pen pals. Escribí poesía, cuentos, relatos imaginarios, más tarde incluso obras de teatro. Sin embargo, todo eso, la escritura de toda mi vida, nunca fue tomada por mí muy en serio. Era como un pasatiempo y estuvo siempre en el fondo de un cajón hasta que me decidí a sacar esos textos a la luz a través de esta plataforma. Publico aquí cosas viejas, pero viejas solamente para mí; quizás quien las lee ahora por primera vez las encuentre interesantes, estimulantes, simplemente lindas o, por qué no, aburridas. No me preocupa eso; cada quien toma lo que quiere de un texto. Lo que creo que nunca sentí -y en esto no coincido con vos- es que la escritura fuera para mí un salvavidas. Quizás lo fue, pero sin darme cuenta. Mi intención al escribir es crear, inventar, hacer que exista algo que antes no existía. Por eso me gustan las historias fantásticas, absurdas, grotescas. Fui un gran lector de ciencia ficción y me siguen sorprendiendo esos mundos imaginarios pero tan reales al leerlos. Estoy retomando ahora la escritura y pretendo que, por primera vez, sea mi actividad principal. Es todo un laburo.